Como positivo señalaré cuatro cosas. Que tiene una buena situación para lo que nosotros necesitábamos, cerca del metro de la catedral de San Pablo y Blackfriars. Que la piscina interior, al final del día, venía muy bien para relajarse, y que no hubo ruidos para dormir. Por último, el trato amable y cercano de los camareros, mencionando especialmente a Miguel.
A mejorar, el desayuno buffet. Aunque era abundante y de calidad, siempre fue el mismo. Así que un poco de variedad no estaría mal. Y el tamaño de la habitación familiar. Para dos adultos y dos niños se queda pequeña. Había un ascensor sin servicio y varias máquinas de café igual.
La parte negativa es la atención por parte de los trabajadores de recepción. Ya antes de llegar les enviamos un correo electrónico con unas consultas y no nos respondieron adecuadamente. De los tres con los que tratamos, ninguno habla castellano. Es un trato frío y distante en el que, el día de la salida, ni nos preguntaron qué tal habíamos estado. También considero grave que, tras sonar la alarma de incendio sobre las 7 de la mañana, y salir corriendo a la calle descalzos, con el albornoz o con lo primero que cogimos, y asustados, nadie de dirección se dignase a dar explicaciones o pedir una disculpa.